domingo, 24 de febrero de 2008

Nostalgia

... del mar, de mi tierra, de mi casa.

martes, 19 de febrero de 2008

Una ráfaga de alegría

Como si ya fuera costumbre, de nuevo me convierto en cicerone por La Paz, esta vez con Encarni, Nacho y Rubén: Ir a desayunar a la Calle Jaén, pasear por la Plaza Murillo, ver el mercadillo de la calle Comercio, la Plaza San Francisco, el Angelo Colonial y una última visita para tocar las estrellas y contemplar la magia de las luces que por la noche salpican todo el horizonte de la ciudad. No hice planes para este fin de semana, dicen que lo más inútil que existe es un plan para divertirse... todo fue muy repentino: los billetes a última hora y un prolongado racimo de correos (vamos... no vamos... no tenemos los días... por fin los tenemos... tengo miedo...). Todo fue rodando al ritmo que marcan las sorochipills, los chuflays, los yungüeñitos y las ganas de divertirse del trío bonaerense. Y en menos que canta un gallo mi miedo a que el soroche los tumbara desapareció y en mitad de La Gota de Agua comienzan a bailar como si los sonidos de tinkus y morenadas no les fueran desconocidos. Tras la tempestad del folclore boliviano, la calma de mi casa y las risas con la tortuga fluorescente surgida en mitad de la oscuridad.

El domingo lo despedimos en el peculiar paisaje del Valle de la Luna, donde nos creímos todos modelos por un día. Ahí se vio que nosotros también somos guiris aquí. Y por la tarde, a hacer más el guiri: subiéndonos de nuevo mil en un taxi, poniéndonos los típicos gorros del altiplano, comprando como locos todo tipo de artesanía. Todo amenizado con mis pataletas infantiles y repentinas por saber que en breve se marcharían. La última noche cenita en el Sol y Luna: Noche de velas, abrazos y palabras de cariño. Noche de bailes en el Mongo's y noche de fiestecilla improvisada en mi casa, con quejas vecinales incluidas. Y así, se hicieron las 4 y pico, riéndonos de todo y compartiendo con I. y con Yako momentos de payaseo incalificables.

Siempre he pensado que recibir visitas es un poco como viajar. Uno ve la ciudad que enseña con los ojos de para quien todo es nuevo y redescubre rincones olvidados y encuentra lugares desconocidos. Con las personas ocurre lo mismo. Estos días tan breves, pero tan intensos, me han permitido conocer un poquito a Nacho, su sentido del humor y sus ganas de pasarlo bien; pero también he podido redescubrir a Encarni y Rubén, lejos de los agobios del año pasado, lejos de la presión y el estrés. A ella, con su alegría y sus gestos inquietos, signos de que está atenta a todo y disfrutándolo todo, a pesar de su contractura o el cansancio (cómo me gusta que alguien sea capaz de decir "me mola la vida"). A él, con sus ganas y su disposición a cualquier plan, con su atención e interés por todo y por todos, y con sus abrazos llenos de serenidad.

lunes, 18 de febrero de 2008

De La Paz a la pileta

A las 7 y media de la mañana ha sonado el despertador, y con el recuerdo de haber leído un sms en mitad de esta breve siesta de madrugada, he caído en que de nuevo estaba sola en casa. :-(
Qué bajón.

Otra vez de noche, a las 5, despedidas. En esta ocasión no en mitad del sueño, sino en plena "fiesta" en mi casa. La pena me invade. Ya no están, ya se han ido... y de repente tengo la sensación de que todo ha sido un sueño, de que en realidad este fin de semana no ha sido más que una fantasía a todo color que he fabricado mi cabeza. Pero entonces, recuerdo que al cerrar la puerta, con la sensación de abandono que dejan los últimos besos y abrazos, cuando me encaminaba a la cama triste, tropecé con un caramelo, recordé de dónde había salido y me tuve que reír. Ha sido entonces, al notar las agujetas en la barriga de tanta risa, cuando me he dado cuenta de que este sueño ha sido realidad.

Desde el viernes hasta ayer (bueno, esta madrugada) Encarni, Nacho y Rubén, este trío, del que me he negado a separarme en estos 2 días que han pasado tan rápido ;-), me ha llevado a lo más alto, me han colmado de cariño y alegría, pero su ausencia, y los excesos, todo hay que decirlo, me han dejado hoy en el subsuelo con la sensación de que la cabeza me iba a estallar y con el ánimo escondido en algún rincón de la casa. Qué batacazo al abrir los ojos. Como si hubiera saltado desde una azotea a una piscina profunda en la que dejar que se me taponaran los sentidos. Tantos chuflays tenían que pasar factura.

Os lo dije, "si me quéreis, quedarse" y al final os habéis ido...

jueves, 14 de febrero de 2008

Hoy La Paz era Madrid

La sensación de estar en otro sitio me ha invadido hoy cuando he salido a comer.
Era la misma sensación que tenía cuando en Madrid me escapaba del trabajo- unas veces de camino al master, otras al comienzo de una tranquila tarde de viernes- y quedaba para comer con Isa o con Tere en Colombia, con Adri en La Latina o con mi primo Javi en Gregorio Marañón.
Hoy al salir de la oficina y bajar la Campos hasta la esquina con la 6 de Agosto he tenido esa sensación, la que te produce saber que vas a encontrarte con alguien a quién te apetece ver, con quién por una hora desconectarás de todo... como entonces, como en aquéllos encuentros madrileños: en los cafés con Dulce en Gran Vía, Sol o en cualquier sitio del centro, los domingos con Naza en Argüelles o en Conde Duque, con Josemi tomando tapas en La Rosa o yendo de piscineo...
Hoy en La Paz ha salido el sol y la luz que entraba por los ventanales del Café-café Cultural me recordaba a la luz de la primavera de Madrid. Por unas horas me he transportado a aquélla familiaridad. Ahora en la lejanía siento que Madrid será siempre mi casa, una de mis casas. Y no es la ciudad la que se convierte en tu hogar, es la gente la que te hace sentir en familia.
Hoy he recordado esos días en la capital, paseando, charlando, conociéndola y conociéndolo/as. Ahora en La Paz me ocurre lo mismo. No creo que sea la ciudad la que me está "abrigando", sino los que me rodean.
Hoy me he ido a la cama con esa sensación familiar, tras una noche de pizza y charla, pero los nervios no me dejaban dormir, como cuando de chica esperaba a los Reyes. Como entonces, como cuando en Madrid alguna vez recibí visitas que hacían que los fines de semana fueran algo distinto. Los 3 Reyes magos que espero ahora no vienen del Lejano Oriente, ni de Málaga ni de Algeciras, sino de Buenos Aires... pero seguro que su visita me trae tanta felicidad como los regalos que recibía cuando era pequeña.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Loving Sudamérica

Ayer cumplí 4 meses en Bolivia, al otro lado del charco, en este continente que ahora me parece tan interesante y antes no despertaba en mí la más mínima inquietud; 4 meses y a pesar de que no es el ecuador de mi estancia aquí (o al menos eso espero), estas últimas semanas han sido un punto de inflexión en toda esta aventura sudamericana: la bocanada de aire fresco de la visita de Lucía, las relaciones que se acaban y las que se van forjando, y un viaje de 4 días por 4 países distintos de Sudamérica.
Así que, con las fuerzas renovadas, miles de planes en mi cabeza para los próximos meses, hice la maleta en mitad del ambiente festivo del carnaval paceño, y me dirigí, junto a Sandra, conducidas por Johnny, nuestro taxista, al aeropuerto de El Alto a coger el avión que nos llevaría a nuestro primer destino: Santa Cruz.

La otra cara de Bolivia: Santa Cruz
Santa Cruz representa la otra Bolivia, la que no es árida como el altiplano, sino calurosa y húmeda; la de los latifundios, la de la riqueza, las tiendas y las operaciones de estética. Sus gentes no son introvertidas y taimadas y sus rasgos no tienen nada que ver con los rasgos aymaras que abundan en La Paz.
La ciudad se divide en anillos y sus calles me recuerdan a una Cuba que nunca he visto, llenas de edificios bajos y arcos que protegen al viandante de la lluvia más despiadada o del sol más abrasante, según toque.

La humedad se palpa en Santa Cruz, la vida también.
La casa de Rafa y Nuria nos acogió la primera noche de nuestro periplo. Una casa andaluza llena de plantas y con un patio en el que disfrutar de la brisa nocturna hasta que el cuerpo aguante (el mío aguantó poco porque la bajada tan radical de altura a bajura me dejó K.O.). Una casa que antes de venir a este país jamás habría imaginado aquí. Al día siguiente desayuno atípico y delicioso: Crema de Zapallo y tostadas con paté y de nuevo rumbo al aeropuerto. Esta vez Sandra, Rafa y yo al de Viru Viru, donde nos esperaba Ana, subida en el avión de la Tam que nos llevaría fuera de Bolivia, a nuestro segundo destino: Asunción (Paraguay).

Una capital inesperada: Asunción (Paraguay)
La llegada a Paraguay te permite observar la llanura extensa que parece no acabar nunca y que precede a la capital del país. Asunción en sí no es espectacular, pero no está mal. Lo poco que vimos fueron edificios monumentales y una especie de lago que nos regaló un atardecer con el cielo reflejado en el agua, de esos que hacen que todo alrededor sea mágico.


Cena esa noche frente al Panteón de los Héroes, en el Lido Bar, atendidos por una camarera con un aspecto genial, y rodeados de niños que más que pedirte te exigían la comida. Como siempre, los niños y la pobreza son un binomio presente constantemente en esta zona del mundo.
Una cosa nos sorprendió de Paraguay y es que todo el mundo lleva un termo y un vasito y van tomando matecito. Si me lo cuentan no me lo creo. En el aeropuerto, paseando por la calle, incluso visitando las cataratas más adelante en este viaje, vimos a gente con sus termos y sus vasitos para el mate.

La magia del agua: Foz de Iguazú (Brasil)
La llegada a Foz de Iguazú la hicimos desde Ciudad del Este (Paraguay) donde nuestro avión aterrizó. Eran las 6 o las 7 de la mañana y cruzamos la frontera, por fin entramos en Brasil, uno de los países que yo creo que más ganas tiene de conocer casi todo el mundo, un país de esos que te transmiten optimismo, buen rollo y alegría. Estereotipos. Brasil es grande, el cuarto más grande del mundo y, por tanto, los ciudadanos de Foz nada tienen que ver con esos estereotipos.
Llegamos con el tiempo justo de desayunar algo y partir rumbo a las cataratas.

Y allí encontramos la magia. El ruido de la caída del agua, la belleza de sus saltos, la melancolía de su bruma. Las cataratas son una maravilla, algo que hay que ver en vivo y en directo. Un regalo de la Naturaleza, una de sus creaciones más perfectas. Eso lo he aprendido aquí, lo grande que es la Madre Tierra.

El espectáculo: Puerto Iguazú (Argentina)
Las cataratas vistas desde el lado brasileño son pura belleza. Desde el lado argentino son puro espectáculo. Tras coger un tren y cruzar el río Paraná por una pasarela interminable llegamos al lugar desde donde caen las cataratas:vistas desde arriba, las cataratas vistas desde encima de su caída. Impresionante. El lugar te llenaba de energía, la energía del movimiento del agua, de su sonido, de la fuerza que transmite al caer.
Tras ese momento de conexión con la Pachamama nos comimos la parrillada correspondiente y nos adentramos en la delicia de pasear por las cataratas. El paseo fue divertido y alucinante por las vistas. Acabamos chorreando, pero mereció la pena.
Nuestro viaje tocaba a su fin, pero antes visita a un supermercado de Foz, en el que comprobamos que Bolivia es inmensamente más barata que el resto de países de la zona. Y para despedirnos de Brasil, botellita de ron brasileiro (el único que había, por cierto) a la vera de la piscina.
Al día siguiente, vuelta a Ciudad del Este y salida hacia Cochabamba, no sin antes pagar la novatada y tener que soltar la guita por una multa sin sentido por la falta de un sello en el pasaporte.

La eterna primavera: Cochabamba (Bolivia)
Cocha, como se le llama por aquí, no me pareció una ciudad excepcional, pero su clima es algo que le alegra a uno el día. El sol es cálido sin abrasar, y una vez más todo un contraste con el altiplano. Estaba de celebración del carnaval, así que nos vimos atacados por una marabunta de gente en mitad de una guerra de globos de agua.

A las doce ya estábamos de vuelta en La Paz. De nuevo en el altiplano, en esta árida ciudad con tanto encanto. Exhausta por el ajetreo del viaje y sorprendida todavía por los paisajes que estoy contemplando en esta parte del mundo.