martes, 1 de junio de 2010

Más allá de las nubes

Nunca había subido una montaña hasta que llegué a México y en un mes he subido 3 picos. Yo creo que lo de subir montañas es como una metáfora de cómo afrontamos la vida. La última subida la hice hace unas semanas y fue al Iztaccihuatl (5,220 msnm).
Había escuchado muchas veces de este volcán. De hecho, mi casa anterior estaba en la calle Iztaccihuatl. Pero ni uno solo de los días que viví allí me planteé coronar el volcán real. Simplemente me parecía algo imposible. Una proeza que no formaba parte de esta vida. Había escuchado varias veces a Aran y Bea hablar de subir, del reto, de las vistas... Yo, en lugar de pensar en intentarlo, en que quizá con esfuerzo y preparación podría subir, decidí sin ni siquiera planteármelo que era algo IMPOSIBLE para mí. Cuando hablaban del tema me parecía como si quisieran ir a la luna.

Un domingo surgió subir al Nevado de Toluca. Había visto fotos y me apetecía intentarlo. Así que fui y subí. Qué lugar tan fantástico. Después propusieron ir a La Malinche y pensé "¿por qué no?", así salgo del DF". Y cuando, después de mucho esfuerzo, llegué a la cima pensé "quizá el Izta no sea tan difìcil". Y me vi una semana después a las 4 de la mañana subiendo el volcán entre estrellas. Subimos 14 pero me quedé bastante lejos del grupo, aunque nunca estuve sola. Claro, más de una vez me planteé qué hacía allí, pero la ilusión fue más grande que el cansancio, y el apoyo de R. durante 13 horas de caminata, más firme que mi autoestima. Fui gran parte del camino molesta conmigo misma por ser incapaz de lograr ese reto sola, por necesitar compañía, aliento, ánimo. Al final del día entendí que hay muchos caminos en la vida que siempre son mejores experiencias si se comparten tanto sus vistas lindas como sus ascensos escarpados. Y también entendí que todo es posible, sólo hay que proponérselo.

Bajé como si nunca hubiera subido. Pensé "sí, está bien subir pero ¿y ahora qué?".
Pues hasta ahora, como sólo veía nubes estaba parada esperando a que estuviera más despejado para ir en busca de cimas que conquistar. Hasta hoy, que alguien me ha dicho que el que no corre se queda atràs. Qué perogrullada. Sin embargo, me he dado cuenta de que estar parada en el camino esperando a que se vayan las nubes no sirve de mucho. Así que he decidido levantarme y seguir andando, ya aparecerá en algún momento algún monte que subir. Y mientras tanto, disfruto del camino, que en el fondo es lo que más importa.