jueves, 8 de diciembre de 2011

Un poquito de Brasil

Dos semanas en Brasil no dejan indiferentes a nadie. Yo diría que un día en Río tampoco. La ciudad es espectacular, si fuera una cara yo diría que tiene rasgos marcados, grandes, poderosos. Cuando la miras desde las alturas llaman la atención las curvas de las playas, de la costa de aguas azules que bañan esas montañas cubiertas de árboles y por cuyas laderas trepan puntos grises y marrones, las omnipresentes favelas, mezcladas con torres de edificios de cristal, o blancos. Una vez en el centro, en el suelo, lo que me llama la atención son las líneas rectas de los edificios, que ascienden al cielo y te hacen sentir en una red de cuadrículas infinitas.


Río hierve vida, colores, música; la de la bossa en directo del Río Scenarium, con parejas que bailan sin importar quien mire sin pensar en el ayer ni en el mañana, dejándose mecer por la suavidad de estas dulces melodías; Y la de la samba, la del carnaval, la de los cientos de personas que se reúnen para cantar el mismo himno, para ensayar los pasos y letras que habrán de cantar en el Sambódromo durante el carnaval que está por llegar, la fuerza, la pasión, el calor. La música en Río no deja indiferente. Tampoco en Bahía, donde los ritmos son otros pero la pasión es la misma. Bahía con los colores de Pelourinho, con la herencia afrobrasileira que a uno lo hace sentir a veces al otro lado del Atlántico y preguntarse cómo el hombre fue tan salvaje para esclavizar a otras personas por ser de otro color.

Fuera de las ciudades, Brasil no deja de ser intensa y contundente en sus formas. En Ilha Grande, donde no dejó de llover los 3 días que estuvimos, nacen plantas de cualquier piedra y es imposible no sentirse en un país tropical. Fue allí donde vi por primera vez varios bambús juntos, qué belleza. El Morro de Sao Paulo, también tiene lo suyo. La marea subía por las tardes envolviendo las playas como si de un velo que las tapara por la noche se tratara, y con las primeras luces de la mañana, extensiones kilométricas de arena aparecían desnudas como si se hubieran desprendido de ese velo para disfrutar de los rayos del sol o de las gotas de lluvia, dando lugar a un espectáculo de arena, piedras y piscinas naturales.

Y los sabores de Brasil: a Cachaça con limón y azúcar, a jugos de mil sabores (caju, papaya, mango, acerola, guayaba, cupuaçu...), pescados, langostas, açai.

Sí, Brasil es eso. Supongo que será muchas otras cosas, pero para mí ha sido eso: Un puro gozo para los sentidos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Carpe diem

En días como hoy uno se da cuenta de que todo es efímero, de que conjugamos demasiado a menudo en futuro los verbos de nuestro día a día: haré, seré, estudiaré, iré... Cuando en definitiva, lo que importa es lo que está pasando ahora. Y sí, también pienso que rememorar un poquito los buenos momentos del pasado es importante. Cerrar los ojos y dejar que el corazón se nos llene de la chispa que un día sentimos tampoco me parece mal. Siempre y cuando este momento, también sea efímero y no nos quedemos a vivir en ese "fui feliz, disfruté, cuando yo era, cuando yo estuve...". Al final, la vida -esa gran palabra con la que, al menos a mí se me llena la boca- es algo tan frágil como una mariposa a la que cualquier golpe de viento o cualquier manotazo de niño pequeño puede destruir. Al final le damos demasiada importancia a todo, cuando la diferencia entre el todo y la nada es tan sútil y fina como una hebra de hilo.
Hoy llueve en Nueva York, no podía ser de otra manera.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Paseando por una película

Esta noche al salir de francés he perdido el autobús. He caminado la 3ª avenida hacia la 49, soñando con no esperar demasiado el M-50 y cuando estaba llegando a la esquina lo he visto pasar. He cruzado la avenida y me he quedado con cara de tonta viendo desde la acera de enfrente como se alejaba. Cuando he podido cruzar lo he perseguido, y así, corriendo he llegado hasta Park Avenue, y ahí me he dado cuenta de que ya no merecía la pena correr, ni esperar. No estaba lo suficientemente lejos como para tomar el bus, pero bueno, tampoco estaba al lado de casa. Así que, sin pensarlo demasiado he comenzado a caminar. Pronto he llegado a la 5ª avenida y en la esquina con la 49 frente a la tienda Lacoste un chico trajeado llamaba un taxi, mientras al lado una chimenea de las que ponen en la calle echaba humo sin parar. El chico no era ni feo ni guapo, una cosa normal, pero su traje no era un traje cualquiera, una cosa insípida. No, su traje era un traje en el que cada línea estaba en su sitio, era como estar de repente en una película. Por un momento he pensado en eso, me he dicho "parece que estoy en un decorado rodeada de personajes". De camino a la 6ª y he pasado por Rockefeller Plaza donde la Navidad ya ha llegado. Las luces blancas que adornan los árboles ya van anunciando la época que está por llegar y la tradicional pista de patinaje ya deja claro que, aunque algunos queramos negarlos, el invierno está a la vuelta de la esquina. Me he parado un instante, sólo para contemplar de nuevo esta escena tantas veces vista antes en la pantalla de un cine o en la tele de mi casa, la escena de otro mundo, de gentes de otros lares con ropa de invierno patinando sobre hielo. Y luego he seguido hasta la 6ª, he pasado por una óptica en cuyo escaparate se exhiben gafas -que bien podrían ser de otra época, y no me refiero a ninguna que esté por venir- sobre calaveras de plástico de colores chillones. Dos pasos más adelante, el famoso Magnolia Bakery, con sus cupcakes de mil colores. La tienda estaba llena. Me gusta pararme en el escaparate y ver cómo la gente elige los pastelitos, es como volver a ser niño. Uno espera con ansias hasta poder hincarle el diente al no muy sano manjar, y claro, tampoco es como para comer muchos, así que hay que elegir entre la variedad que tienen. No es que a mí me encanten, pero lo que sí admiro es lo cuidado que tienen hasta el último detalle en esta tienda, un lugar en el que el esfuerzo por parecer ¨vintage¨ hace que nos olvidemos de que es una cadena que nació en el 1996. Pero bueno, a quién le importa cuando ves en vivo y en directo el mimo con el que preparan cada una de estos pastelitos. Después de pasar esta tiendita me paro en esta esquina, una de mis preferidas en Nueva York: la 49 y la 6ª. Tiene algo. Tanta luz, y el Radio City Music Hall al lado. Todo me sigue pareciendo de película. No sé si era aquí donde la protagonista del "Diablo viste de Prada" se despide de su esclavizada vida en el mundo de la moda, pero a mí me recuerda a esta escena. He seguido caminando. A estas alturas ya me daba igual que llegara el autobús. Me apetecía caminar y recrearme, después de haber estado 3 días encerrada en casa por un resfriado, en la que es ahora mi ciudad. He pasado por la 7ª y luego Broadway, entre estas dos calles, hacia el sur, se erige Times Square. Muchos odian este lugar. A mí me parece un sitio fantástico. La alegoría del mundo en que vivimos. El epicentro del consumismo, de la emisión desbordada de mensajes que es el mundo de hoy. Y más allá de eso un escenario de película. Otra vez. No sentirse en el corazón de Nueva York aquí es un delito. Por muy turístico y casposo que a veces se empeñen en decir que es. Yo digo que es lo que muchos hemos visto desde el sofá de nuestras casas antes de venir. Mientras Rockefeller plaza me hace pensar en el invierno, Times Square me hace pensar en el verano. Me recuerda a la peli "Besando a Jessica Stein". Supongo que habrá muchas más pelis y más conocidas que hayan tenido lugar ahí, pero a mí me vino a la cabeza esa. Continúo caminando y pasó por el teatro donde ponen Chicago, el musical que vi cuando vine a Nueva York por primera vez, y continuo paseando por la calle y veo un negro ciego que habla con otro mientras sujeta su bastón en la mano, en la puerta de una iglesia, toda la escena sigue pareciendo sacada de una película de los 90. Y mientras camino ya cerca de casa, no dejo de oír idiomas de otros continentes, de ver rasgos que no son de Estados Unidos, o tal vez, ya sí. Fascinada por tanto mestizaje, por esta mezcla de orígenes que se encuentran en estas calles, llego a la 9ª avenida, donde se funden sabores de mil lugares del mundo. Una de las cosas que más me gusta de este barrio es vivir al lado de una calle en la que cada noche se puede cenar en un país diferente. Y poco a poco voy llegando a casa, voy llegando a mi departamento con vistas a la 10ª avenida. Voy respirando el aire fresco y voy agradeciendo al M-50 que hoy me haya dejado en tierra.

lunes, 17 de octubre de 2011

Dentro de la burbuja

9 meses en Nueva York. Casi nada. El tiempo ha volado y sin embargo, parece que fue ayer cuando caminaba por Newport observando los rascacielos rodeada de nieve. En este tiempo me he cruzado con viajeros de vidas anteriores, de esos que da gusto ver en cualquier momento porque es como si los hubieras visto ayer y como si los volvieras a ver mañana. Uno de ellos, Luis, me dijo caminando por Lexington, ¿Te has dado cuenta de que vives en Nueva York? y yo le dije que sí, pero que había días que se me olvidaba. Y poco tiempo después, desde el otro lado del charco, otro de esos viajeros me escribió un email y me dijo que dónde estaba metida cuando tantas cosas estaban pasando aquí. Me perdí el décimo aniversario de las Torres Gemelas, el no-cumpleaños de John Lennon y ayer, a 10 minutos de casa, los indignados en Times Square...

Algo no funciona. Creo que esto es una oportunidad y no la estoy aprovechando. Estoy demasiado distraida. Creo que va siendo hora de salir de la burbuja. 


jueves, 5 de mayo de 2011

Flowing!


An essential aspect of creativity is not being afraid to fail.
Edwin H. Land

miércoles, 13 de abril de 2011

Inspired by a bird!

A Bird came down the Walk

And suddenly I had lust of talk

But I was alone in front of my desk

Thinking about the mess

My life became in the past

Then I started to laugh

And I realized that sometimes life is as rough

As we keep thinking in the past

Or dreaming about the future

And we forget the most important thing…

That today is a gift!!!


Poema (con errores incluidos) para The envelope project! http://www.nyc.gov/html/poem/html/envelope/project.shtml

viernes, 4 de febrero de 2011

Un nuevo mundo

Llevo semanas queriendo escribir sobre las sensaciones que he experimentado desde que llegué a este nuevo mundo pero pasan los días y no encuentro el momento. Los carteles en español al aterrizar la primera noche -uno de ellos decía "Se nesecita mesera", tal cual, en un bar llamado La Berraquera en Union City-, las dos chicas que he visto salir a la calle en pijama con total naturalidad -una de ellas en el ICP viendo una exposición tan ricamente-, lo increíblemente iluminado que me pareció todo la primera noche, la primera nevada, los bloques de hielo flotando por el río Hudson, el skyline neoyorkino iluminado dándonos la bienvenida desde el otro lado de la ventana la primera noche en este país, los amaneceres rojos recortando los rascacielos neoyorkinos y los atardeceres, la lenta luz del atardecer que se va reflejando poco a poco en los cristales de la decena de edificios que hemos visto hasta la saciedad en películas y series y que yo ahora veo desde esta ventana. La paz y el silencio de algún paseo de noche, viendo la nieve que parece trepar por los árboles con una suavidad llena de elegancia, como si fuera un merengue que emerge desde la tierra y sube por el tronco plateado de los árboles sin hojas. Times Square y sus luces cegadoras alumbrando el bullicio de gente que inunda la 42nd entre Broadway y la séptima. Y un corto, por ahora, etcétera.

Llevo muchos días queriendo darle una forma a estas sensaciones. Pero me he dado cuenta de que en esta ciudad las sensaciones no paran de llegar, así que lo mejor es dejarlas salir tal como vengan. Ahora que ya las he soltado aquí me siento mucho mejor, lista ya para salir a la calle a llenarme de las imágenes, sonidos, aromas y colores de esta ciudad.

lunes, 10 de enero de 2011