martes, 11 de diciembre de 2012

The Lion Tamer

Esta noche ha sido mágica. Vodka y blinis en un restaurante ruso, respirando decadencia, tocando las palmas al compás del acordeón y bailando al ritmo de los Gipsy Kings. Un solo idioma y una decena de acentos. 
Después de dejar la algarabía rusa, hemos respirado el aire neoyorkino, ese aire que a Yasuko le parece más fácil de respirar, que la hace sentir más ligera, más libre. Será porque aquí parece que uno realmente puede ser quién quiera ser, reinventarse, o simplemente, refugiarse bajo la máscara que le apetezca llevar en ese momento. 
Una neoyorkina, al oírme decir que esta ciudad me parecía maravillosa, se ha acercado a preguntarme si estaba disfrutando de mi estancia en New York y me ha dicho "there is no place like this". 
Mirando el aura azul que esta noche rodeaba el Empire State nos hemos adentrado en Madison Square Park hasta encontrar dos bancos vacíos. Y allí, hemos puesto punto y seguido a varios meses de escritura, lectura e introspección. Despedidas, discursos, risas, lágrimas... una brisa emocional bajo ese "crisp cold" que hoy impregnaba el ambiente. 
Zebo me ha dicho que si estuviéramos en un circo, yo sería la domadora de leones. Pero que no les daría carne, ni les azotaría, que simplemente les escucharía, les hablaría y ellos, finalmente, me harían caso. Ha sido bonito verme a través de los ojos de otro. 

Una noche mágica. Otra. En una ciudad única.