Nuestro último día completo en El Calafate emprendimos con ganas (yo con un poco de miedo, todo hay que decírlo) la excursión para caminar con crampones por encima del famoso Perito Moreno. Pensábamos que ya nada iba a impresionarnos después de haber visto glaciares e icebergs el día anterior.
Antes de comenzar el trekking nos dejaron que contemplásemos durante 20 minutillos el Perito Moreno, que no es el más grande, pero sí el que mejor acceso y mejores vistas tiene. A pesar de haber visto otros glaciares el día anterior, este nos pareció bastante más brutal, es decir, una masa kilométrica de hielo condensado ante nuestros ojos.
Antes de comenzar el trekking nos dejaron que contemplásemos durante 20 minutillos el Perito Moreno, que no es el más grande, pero sí el que mejor acceso y mejores vistas tiene. A pesar de haber visto otros glaciares el día anterior, este nos pareció bastante más brutal, es decir, una masa kilométrica de hielo condensado ante nuestros ojos.
Estábamos haciéndonos fotitos flipadas, cuando de repente escuchamos un sonido, un sonido inolvidable y creo que en los días que me quedan: irrepetible. Fue entonces cuando pudimos ver como se caía un trozo de pared del glaciar. No hay palabras para describir lo que sentimos al ver caer lentamente el hielo y hundirse con una fuerza desmesurada y creando pausadas olas en el lago al que caían los cascotes de hielo. Puede parecer exagerado, pero no hay descripción que haga justicia a un momento tan extraordinario. A nuestro lado un chico decía “ayer estuve tres horas y no vi nada, y hoy vengo un rato, y veo esto, vaya suerte, vaya suerte” y todo el que estaba allí gritaba de incredulidad. En fin, sin palabras: un regalo para los sentidos, un momento emocionante, unos segundos inolvidables en ese lugar de vientos; en ese fantástico y remoto rincón del mundo.
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