La Chiquitanía es la imagen que yo tenía de Sudamérica antes de venir. La de tierra roja y paisajes verdes; la de los acentos dulces y las noches cálidas y apacibles; la de la tez morena y el corazón alegre. Es Bolivia pero no deja de sorprenderme lo increíblemente distintos que son los habitantes y paisajes de ambas partes de este país.
En esta zona los Jesuitas vinieron a evangelizar e impusieron un modelo de vida desconocido para las tribus que vivían allí, que tuvieron que sacrificar gran parte de su cultura. La historia no se puede cambiar y a pesar de que esa imposición conllevó muchísimas pérdidas, también dejó un legado cultural que hoy día pervive, especialmente relacionado con la música. Lo más impresionante no han sido los paisajes, que eran increíbles, sino ver a niños humildes, no jailones de la elite, asistiendo a clases de violín un domingo por la mañana.
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