Recién aterrizadas en El Calafate, contemplando el cielo y la aridez desde el taxi que nos lleva al hostal, me siento por primera vez en mi vida en un lugar remoto. Me siento lejos de todo.
Paseo por el pueblo, un pueblo de árboles de navidad y de madera; un pueblo del norte en el sur. Y por la noche, un sonido familiar que me sorprende: el viento. Hacía tanto que no lo oía.
2 comentarios:
Qué gozada...lejos de todo...
Ya sabes que en La Paz tienes tu casa si es que te atreves a venir lejos de todo, no es El Calafate, pero también tiene su encanto.
Me haría tanta ilusión y te vendría tan bien...
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