viernes, 4 de febrero de 2011

Un nuevo mundo

Llevo semanas queriendo escribir sobre las sensaciones que he experimentado desde que llegué a este nuevo mundo pero pasan los días y no encuentro el momento. Los carteles en español al aterrizar la primera noche -uno de ellos decía "Se nesecita mesera", tal cual, en un bar llamado La Berraquera en Union City-, las dos chicas que he visto salir a la calle en pijama con total naturalidad -una de ellas en el ICP viendo una exposición tan ricamente-, lo increíblemente iluminado que me pareció todo la primera noche, la primera nevada, los bloques de hielo flotando por el río Hudson, el skyline neoyorkino iluminado dándonos la bienvenida desde el otro lado de la ventana la primera noche en este país, los amaneceres rojos recortando los rascacielos neoyorkinos y los atardeceres, la lenta luz del atardecer que se va reflejando poco a poco en los cristales de la decena de edificios que hemos visto hasta la saciedad en películas y series y que yo ahora veo desde esta ventana. La paz y el silencio de algún paseo de noche, viendo la nieve que parece trepar por los árboles con una suavidad llena de elegancia, como si fuera un merengue que emerge desde la tierra y sube por el tronco plateado de los árboles sin hojas. Times Square y sus luces cegadoras alumbrando el bullicio de gente que inunda la 42nd entre Broadway y la séptima. Y un corto, por ahora, etcétera.

Llevo muchos días queriendo darle una forma a estas sensaciones. Pero me he dado cuenta de que en esta ciudad las sensaciones no paran de llegar, así que lo mejor es dejarlas salir tal como vengan. Ahora que ya las he soltado aquí me siento mucho mejor, lista ya para salir a la calle a llenarme de las imágenes, sonidos, aromas y colores de esta ciudad.