jueves, 31 de enero de 2008

La visita de Lu: una inyección de energía

Cualquier momento habría sido apropiado para recibir a Lucía en La Paz, pero sin duda su llegada se produjo cuando más falta me hacía. Después de casi 4 meses en esta ciudad, las fuerzas me estaban empezando a fallar por circunstancias que se escapan a mi control. Entonces, llegó Lucía, con sus ojos curiosos, alegres y ansiosos por conocerlo todo y sus abrazos llenos de cariño.

El viernes a las 4 de la mañana sonó el teléfono y al otro lado escuché su voz. Qué raro se me hacía oírla diciendo que ya estaba aquí. Y una hora después, en el portal de mi casa nos encontramos, con su sonrisa, feliz. Yo estaba en mitad del sueño nocturno y me costó un rato darme cuenta de que estaba despierta y que todo era realidad. Charla hasta que casi amaneció y a dormir, que al día siguiente esperaba un city tour por La Paz.

El sábado, desayuno en el SOHO, uno de mis rincones paceños preferidos, en la Calle Jaén. Aún con el desconcierto y la emoción de encontrarnos de nuevo esta vez en este rincón del mundo, tan lejano a nuestros hogares oriundos, charlamos y charlamos y me sentí de nuevo en casa, en un sitio familiar, con alguien con quien tengo algo en común, con alguien que entiende los pros y los contras de vivir tan lejos de casa y disfrutando de una aventura tan genial. Recordamos los duros días del master, nuestros llantos, nuestros esfuerzos y también nuestra alegría al saber que teníamos destino. Tantos meses después nos seguíamos sorprendiendo de estar aquí, en el hemisferio sur, al otro lado del charco, a miles de kilómetros de España, desayunando juntas a las 2 de la tarde.

Tras la comilona quedamos con Quique, informático de Lima, y a vivir La Paz: Calle Jaén, Plaza Murillo, puestos de la Calle Comercio, San Francisco, callejuelas llenas de puestos y más puestos (me encantan los mercados callejeros de La Paz), pastel de quinua, Mercado de las Brujas, visita fugaz al patio del Museo Tambo Quirquincho, inesperado hallazgo de la Plaza Alonso de Mendoza (fundador de La Paz), movilidad y vuelta a Sopocachi. Antes de llegar a casa tocamos un poquito las estrellas desde la azotea de la torre Azul y pudimos comprobar que en La Paz las luces nunca desaparecen. Por la noche, peña folclórica y visita a la mítica “Gota de Agua”, y de nuevo conversaciones hasta al amanecer, esta vez con Raúl y su divertida forma de ver el mundo. Risas, mates y toda una nueva imagen de Colombia gracias a las experiencias que Lucía está viviendo por allí.

El domingo tocó feria del Alto: una Bolivia distinta, la América profunda; y tarde noche de charla y pizza, cómo me gustan esas conversaciones entre chicas. El lunes visita al Valle de la Luna y cena en La Comedie, un clásico de Sopocachi. Y sin darme cuenta, Lucía se estaba marchando, pero lejos de llevarse con ella la energía que traía, me dejó las pilas recargadas para otra temporadita más. Me despedí como la recibí, con los ojos achinados por el sueño y una rara sensación de que nada estaba ocurriendo en realidad. Una hora después sonó el despertador y cuando abrí los ojos vi que Lu ya no estaba, qué pena, pensé, “jo, ya se ha ido Lucía”, pero me dio mucha alegría pensar que estaba rumbo a Buenos Aires, donde la iban a recibir con abrazos llenos de cariño.

Ha sido un fin de semana inolvidable lleno de largas conversaciones, y sobre todo, lleno de cariño, de mucho cariño… una oportunidad para conocer un poquito mejor a Lu, la niña que está elegante hasta con un sombrero de 30 bolivianos, la creatividad hecha persona, la preciosa mujercita de ojos ligeramente rasgados y sonrisa encantadora… pero también la luchadora, la que no se rinde, la que no parará hasta que se enamore de Bogotá.

Gracias por tu visita, Lucía. Qué tengas un cumpleaños maravilloso e inolvidable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menuda harta de llorar que me he pegao', niña, en buenos aires al leerlo por primera vez, y ahora otra...

Gracias, gracias, gracias!!
Un beso enorme, y un abrazo de esos cerca de las estrellas!

Lu