viernes, 18 de abril de 2008

Crónicas de un crápula confeso

La primera vez que vi a Humbert me pareció que tenía una apariencia imperturbable, pero ahora sé que es alguien lleno de pasiones. Que a pesar de la dureza que pregona, tiene un lado sensible fácil de estremecer que intenta ocultar constantemente.
Me encanta hablar con él: de nuestros fantasmas, de sus conquistas, de mi miedo a las batallas… casi siempre acabamos hablando de los hombres y las mujeres, de la guerra de sexos, de lo que yo pienso de ellos y él de ellas…
Encontrarlo en este camino ha sido una sorpresa. A mí me divierte su visión del mundo y agradezco que alguien me recuerde de vez en cuando lo corta que es la vida y que hay que disfrutarla sin dejarnos guiar por juicios ajenos. Me gusta que nos hablemos sin tapujos y sin miedo a malentendidos. Pero si hay algo que le tengo que agradecer son sus relatos en primera persona, que me hacen ver lo crápulas sin medida que pueden ser algunos hombres... o todos en cierto momento de sus vidas.
Durante una de nuestras “charlas” cibernéticas llegué a la conclusión de que todos estamos locos o mejor dicho, que no hay nadie cuerdo del todo, pero que hay gente que le pone remedio, que lo palia haciendo cosas que le permiten echar fuera aquello que les inquieta o les remueve.
Una de las terapias de Humbert es escribir. Aquí va una de sus crónicas:
"La sumisión muda inicial de la pequeña D. ha dado paso en los últimos días a una euforia juvenil sin igual. Alterna accesos de verborrea con largos silencios contemplativos en los que juega con mis manos o mi pelo. Tiene sensibilidad musical y me doy cuenta perfectamente cuando le pongo algún disco de que su interés es genuino. Cada vez que viene a casa se marcha feliz con un nuevo muestrario de sonidos y voces que luego escucha al llegar a su casa en la penumbra de su salón. Se queda grabada para siempre en nuestras retinas la mueca de Lito Nebbia sonriente y burlón, cigarro en mano, cantando las penas de un continente abandonado por la suerte y el amor. Queda impresionada por la pirotecnia guitarrera de Jefferson Airplane, Pink Floyd (ha sido fanática de Pink Floyd desde pequeña y reconoce que el poco inglés que sabe se lo debe a The Wall). Quicksilver, Grateful Dead. Se llevó ¨Live/Dead¨ a su casa el otro día y no ha dejado de aludir a él, refiriéndose sobre todo a la primera canción como un poema muy lindo de una alegría contenida. Cuando le digo que yo siempre he creído que nací treinta años demasiado tarde me mira a los ojos y se ríe cómplicemente, reconociendo de alguna manera que a ella también la habría gustado ser testigo de aquel semillero de creatividad que fue Haight Ashbury a finales de los sesenta.
Los encuentros con D. son siempre un placer. El sonido del timbre avisándome de su llegada me reconforta. A veces si estoy en la ducha dejo abierta la puerta para que se instale cómodamente en el salón. Sé siempre que ha llegado porque antes siquiera de saludarme se empieza a escuchar desde el baño el rumor de la música. Es de una discreción exagerada, oriental, como sus ojos de geisha privilegiada. Salgo de la ducha ansioso por verla, le beso la frente y la boca y me ausento al cuarto para terminar de secarme, vestirme y peinarme. Regreso al salón y le pregunto si tiene hambre y le apetece cenar. Me señala que no con un movimiento horizontal de la cabeza y me pide permiso para fumar. Fumando adquiere una belleza y un grado de erotismo extraordinarios. Súbitamente se transforma en femme fatale latinoamericana, a la altura de cualquiera de los grandes mitos eróticos del cine. Lo más bello es que no lo sabe. Mis piropos se pierden con frecuencia en unos ojos que mantienen mi mirada perplejos, unos ojos que preguntan interrogantes por el método empleado para llegar a semejante conclusión. Me sobreviene un deseo irrefrenable de desnudarla y recorrer la playa de su cuerpo palmo a palmo con la sagacidad de un arqueólogo. Ella me acaricia el pelo mientras paseo mi lengua por su nuca y su cuello hasta detenerme en el interior de sus muslos… "

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que suerte encontrar a alguien con quien hablar sin miedos....al final, lo mejor de estas experiencias son las personas que encuentras en el camino...dile de mi parte que seguro que a su femme fatale sudamericana le encantaría leer lo que ha escrito...

Ya veo que no paras, de viaje en viaje y tiro porque me toca....sigue disfrutando y a ver si volvemos a coincidir ;-)

besos brasis

cris