viernes, 19 de septiembre de 2008

Las laderas

Paseamos desde El Alto a Sopocachi, bajamos 400 metros de altura en unas horas. Recorrimos La Paz y le vimos las entrañas. La ciudad no se entiende si no se visitan las laderas, y descendimos por sus calles, sorprendiéndonos por la mezcla de pobreza y tranquilidad.

Cerca de las antenas, en la zona más "chic" del Alto (si es que ambas cosas pueden ir unidas) empezamos el descenso. Dicen que El Alto es la ciudad más pobre de toda América Latina. El 90% de su población es pobre y el 80% se considera dentro de los parámetros de pobreza extrema. El Alto es una ciudad joven, en marzo cumplió 23 años. Sus habitantes siguen viviendo en una sociedad regida por costumbres comunarias.


El día transcurre bajo el inmenso cielo azul paceño, rodeados de picos nevados, escuchando las historias que Gabo nos cuenta del Illimani y de la ciudad que se abre ante nuestros ojos, con paradas para contemplarla desde las alturas, mientras comemos alguna fruta tropical y "Superchangos", atravesando mercados, y respirando la magia que tiene este enclave imposible, esta hondonada donde un día a un español se le ocurrió plantar una ciudad.


Se acaba el día, y me quedo triste porque ya siento que poco a poco me voy despidiendo de La Paz y que un pedazo de corazón no me acompañará en el viaje de vuelta. De esto hace ya dos semanas, y desde entonces, esa sensación agridulce y melancólica que me recorrió de pies a cabeza no me ha vuelto a dejar sola. Ahora cada mañana miro el Illimani desde el ascensor como si fuera a desaparecer en el instante siguiente, disfruto de la inigualable luz paceña como si un nube perpetua me fuera a privar de su energía, pero sobre todo, disfruto de las "caras", de los que han hecho este año inolvidable, los que han convertido esta ciudad en mi casa. Millones de cosas que en una semana ya no formarán parte más que del recuerdo.

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