domingo, 2 de noviembre de 2008

Levando anclas

En estos últimos meses, la vida me parece fascinante la mayor parte del tiempo y un tanto absurda, aunque muy pocas veces, otro tanto. Después de un año repleto de imágenes y de colores, vuelta de nuevo a casa, aunque sigo sin saber si realmente esta es más mi casa que Madrid o La Paz. Un mes en el que ordenar sensaciones, vivencias y recuerdos. Un mes en el que supuestamente habría que haber estado mirando hacia atrás, pero no ha habido tiempo para eso. Aterricé mirando el horizonte, y solo he vuelto la vista atrás para mirar más allá de ese año en Bolivia que ahora me parece un espejísmo.

Vuelvo aquí, y vuelvo a mí. Mientras escucho Coldplay y Radiohead y veo la lluvia estamparse con fuerza sobre la luna del coche de Mike, charlando o con los silencios de quienes se saben bien y no tienen que forzar palabras para estar a gusto... entonces, siento cómo encuentro de nuevo ese lugar, esa sensación de hogar, de estar en casa. Sensación que en repetidas ocasiones, estos días aquí, me han hecho sentir Cynthia y María, la sensación de volver... la misma que tengo con Dulce en cualquier lugar o con Naza, sobre todo en Fuencarral, esa será siempre nuestra calle. Donde los silencios no necesitan palabras. La misma que siento ahora, de nuevo, en mi casa, contemplando las mismas vistas que miraba cuando estaba en el colegio, escuchando el ruido de la cocina, sintiendo la presencia de mis padres en cada rincón de mi casa... volviendo al hogar.
Ahora que poco a poco me he vuelto a acostumbrar a todo, de nuevo, toca levar anclas y zarpar hacia el oeste. Otra vez toca dejar todo lo conocido y adentrarse en lo nuevo, toca mirar al horizonte en busca de los colores que están por venir. Es la ilusión de esperarlos lo que hace que todo cobre un sentido, y yo los espero con la paciencia de quién los ha visto a lo lejos.

Parece que la aventura, lejos de acabar, está a punto de continuar...

No hay comentarios: